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Dossiê ERIS: 60 Anos do Golpe Militar no Brasil

Nesta edição do Dossiê ERIS, intitulado “60 Anos do Golpe Militar no Brasil: Novas Perspectivas, Antigos Desafios” a participação de doutorandos, pós-doutorandos e docentes contribuiu para a compilação de textos publicados em nosso sítio eletrônico em 2024. Contando também com dicas de leitura, o dossiê se debruça sobre o período da ditadura militar e seus reflexos na  com o objetivo de fornecer ainda mais subsídio às/aos leitoras/es interessadas/os na temática.

Conteúdos:

  • 1964-2024: Da Reiteração à Superação do Atraso | Eduardo Mei, Héctor Luis Saint-Pierre e Samuel Alves Soares
  • Não Existe Democracia Sem Memória e Verdade | Nilmário Miranda
  • 1964 – O Ano que não Pode Ser Repetido | Frei Betto
  • Carlos Marighella: A Resistência Armada contra a Ditadura Militar Brasileira| Bárbara Campos Diniz
  • As Universidades e a Repressão da Ditadura Civil-Militar (1964-1985): A Cassação de 45 Docentes pela UFRJ | Lucas Barroso Rego
  • Anistia Migratória de 1981: Instrumento de Controle ou Ameaça à Segurança Nacional na Ditadura Militar?  | Guilherme Borges da Silva
  • Os 60 anos do golpe civil-militar no Brasil: ecos da grande imprensa | Camila Macedo Ruiz, Damaris de Jesus Santos, Danilo de Castro Papetti, Flora Peterle de Andrade e Iaritsa Jade Lima Freitas
  • “Pela memória do coronel Ustra”: A exaltação da ditadura militar por Jair Bolsonaro  | Guilherme Theodoro Gusson
  • Fronteiras que nos herman, limites que nos separam: O Rio Grande do Sul enquanto um espaço crítico à segurança nacional | Darlise Gonçalves de Gonçalves
  • Entrevista com Maria Cecília de Oliveira Adão | Ana Penido
  • Resenha A Casa da Vovó: Uma Biografia do Centro de Tortura da Ditadura de Marcelo Godoy | Bárbara Campos Diniz
  • Resenha Batismo de Sangue de Frei Betto | Bárbara Campos Diniz
  • Resenha Guerrilheiras: Memórias da Ditadura e Militância Feminina de Juliana Marques do Nascimento | Bárbara Campos Diniz
  • Indicações de Literatura e Audiovisual | Equipe ERIS

Em tempo, ressaltamos que todos os artigos publicados no ERIS expressam unicamente a opinião de seus autores. Eles não representam, necessariamente, a opinião dos editores ou da equipe do ERIS, do Grupo de Estudos de Defesa e Segurança Internacional (GEDES), ou das instituições associadas ao GEDES.

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Dossiê ERIS: O Conflito Israel-Palestina

Nesta edição do Dossiê ERIS, intitulado “O Conflito Israel-Palestina” a participação de doutorandos, pós-doutorandos e docentes contribuiu para a compilação de textos publicados em nosso sítio eletrônico em 2024. Contando também com dicas de leitura, o dossiê se debruça sobre o histórico conflito entre Israel e Palestina com o objetivo de fornecer ainda mais subsídio às/aos leitoras/es interessadas/os na temática.

Conteúdos:

  • Uma tragédia anunciada: os ataques à Faixa de Gaza e o genocídio palestino | Carolina Antunes Condé de Lima
  • Sem cessar-fogo, sem negociação: a atuação do Eixo da Resistência após o 07 de Outubro | Karime Cheaito
  • Não há segurança, tampouco humanitarismo, na Faixa de Gaza | Isabela Agostinelli
  • Os EUA no conflito em Gaza 2023/2024: a preservação da relação especial com Israel | Rodrigo Augusto Duarte Amaral
  • Um hegemon ultrapassado? Os EUA no conflito em Gaza 2023/2024 e os aspectos sistêmicos de poder no Oriente Médio | Rodrigo Augusto Duarte Amaral
  • Recomendações de Leitura

Em tempo, ressaltamos que todos os artigos publicados no ERIS expressam unicamente a opinião de seus autores. Eles não representam, necessariamente, a opinião dos editores ou da equipe do ERIS, do Grupo de Estudos de Defesa e Segurança Internacional (GEDES), ou das instituições associadas ao GEDES.

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El conflicto entre los bloques se amplió a África Occidental

Eduardo J. Vior*

Publicado originalmente em AgendAR Producción Argentina

El martes 3 asumió en Dakar el nuevo presidente electo de Senegal, Diomaye Faye, y con él se añade otro eslabón a la cadena de líderes anticolonialistas que desde 2020 han tomado sucesivamente el poder en Mali, Burkina Faso, Níger, Guinea y Chad. Cansados de la explotación neocolonial francesa y de la falta de efectividad de las tropas europeas para combatir al Estado Islámico en el Sahel (EIS), los pueblos de África Occidental buscan la independencia. Al emprender este camino, empero, sólo encuentran el apoyo de Rusia, Irán y China y son rápidamente condenados por los medios occidentales que sólo los ven como títeres de Moscú. De este modo, la competencia entre bloques se extienden a África, dando un nuevo salto hacia una conflagración general.

El 24 de marzo se celebraron elecciones presidenciales en Senegal, en las que el joven panafricanista de izquierda Bassiro Diomaie Faye, del mayor partido de la oposición, ganó con más del 54% de los votos frente al 35% del candidato de la coalición gobernante, Amadou Ba. Los medios franceses ya lo han calificado de “conductor de influencia rusa” que busca construir un régimen similar al de los estados vecinos del Sahel. Sin embargo, la realidad es más compleja.

Faye, musulmán de origen rural modesto, es licenciado en Derecho. Tras diplomarse en la Escuela Nacional de Administración (ENA) y en la magistratura en 2004, se convirtió en inspector de Hacienda en el departamento de Impuestos y Patrimonio. En un momento dado, dirigió el Sindicato de Impuestos y Patrimonio creado por el líder de la oposición Ousmane Sonko. Más tarde, en febrero de 2021, el nuevo presidente se convirtió en secretario general del partido PASTEF, fundado por Sonko. Sin embargo, el partido fue disuelto por las autoridades en 2023 por “llamar frecuentemente a sus seguidores a movimientos insurreccionales”. Entonces Faye fundó La Coalition Diomaye Président, una alianza de grupos de la oposición. Cuando el gobierno de Macky Sall insistió con su política neoliberal e intentó postergar las elecciones, se produjo una reacción general de todas las fuerzas políticas y sociales.

Faye y Sonko fueron así liberados de la prisión por una amnistía general apenas diez días antes de las elecciones, pero Sonko no pudo volver a presentarse en 2024 por haber estado en la cárcel un año antes. Tras la liberación de ambos Faye lanzó una campaña relámpago bajo el lema “Diomaye es Sonko”. Sus propuestas incluyen el panafricanismo y una mayor soberanía nacional, una distribución más justa de la riqueza, la reforma del corrupto sistema judicial, la renegociación de los contratos de minería, gas, petróleo y pesca firmados con empresas extranjeras, ya que este año Senegal inicia la producción de hidrocarburos, la creación de una nueva moneda nacional y el abandono del franco CFA respaldado por el Tesoro francés y, finalmente, el estrechamiento de los lazos con Rusia. Por lo tanto fue lógico que inmediatamente después de su jura, este martes 2 el nuevo presidente haya nombrado primer ministro a Ousmane Sonko. Ahora habrá que ver quién es el jefe y quién el subordinado.

La geoeconomía es clave en estos cambios. Senegal fue una colonia francesa desde el siglo XVII y uno de los puestos militares avanzados de los colonizadores en África Occidental, incluso después de su independencia formal en 1958. El país es el tercer socio comercial de Francia en África. Las empresas francesas representan una cuarta parte del PBI y de los ingresos fiscales del país. Como, a partir del comienzo de la explotación hidrocarburífera este año, Senegal se convertirá en un gran productor de petróleo y gas, Faye pretende renegociar los contratos mineros y energéticos, especialmente con British Petroleum (BP) y el operador británico de minas de oro Endeavor Mining. En particular, siguiendo los pasos de sus vecinos Mali, Níger y Burkina Faso quiere abandonar el franco CFA -sistema monetario controlado por Francia y utilizado en 14 Estados africanos- estableciendo una nueva moneda. El nuevo presidente aún no ha aclarado, si va a echar a los militares franceses de Senegal, pero París ya viene reduciendo drásticamente su contingente militar en Senegal.

La tendencia al debilitamiento de la influencia atlantista en África continúa: los gobiernos de Mali, Níger y Burkina Faso crearon la Alianza del Sahel para luchar contra el neocolonialismo y están recurriendo a otros actores geopolíticos en busca de ayuda contra el terrorismo islamista y para desarrollar sus economías, como Rusia, China, Turquía e Irán.

Este proceso no es unidireccional y no puede entenderse con lentes ideológicas. El centro analítico estadounidense Critical Threats publicó el 4 de abril un extenso artículo que recoge todos los temores de la Casa Blanca ante la creciente influencia de Rusia e Irán en Níger. El 16 de marzo pasado as autoridades de Niamey rompieron el acuerdo de defensa con Estados Unidos, acusaron a Washington de ejercer presiones y exigieron la retirada de todas las fuerzas estadounidenses del país y de la región en su conjunto.

Hay dos bases clave -en Agadez y Niamey- en cuya construcción EE.UU. ha gastado más de 150 millones de dólares. Niamey se terminó en 2019 y está operada por el Mando Africano del ejército estadounidense (AFRICOM, por su sigla en inglés). Ahora, se va concretando una de las amenazas más temidas por los militares estadounidenses: el despliegue en Agadez de drones kamikazes rusos de ataque Geranium-2. Los estadounidenses temen que en caso de conflicto estos drones lleguen hasta instalaciones de la OTAN en el litoral sur del Mediterráneo.

Además, la base de Agadez puede servir como nodo para la transferencia de fuerzas de Mali a Libia a través de la frontera libio-nigerina y viceversa. Las fuerzas rusas ya están presentes en el este de Libia donde apoyan al Ejército Nacional Libio, pero hasta ahora no tenían enlace directo al sur del Sáhara. Por su parte, la base de Niamey es esencialmente un centro de inteligencia que procesa los datos recogidos por los drones MQ-9 Reaper. Las fuerzas aéreas estadounidenses también utilizan el aeródromo nigerino de Dirkou como base de operaciones en el Sahel.

Al mismo tiempo las primeras unidades del “Afrika Korps” del Ministerio de Defensa ruso llegaron a Burkina Faso. Más de 100 efectivos con equipo y armas capacitarán a sus colegas africanos, además de garantizar la seguridad de los altos funcionarios del Estado. El contingente ruso aumentará con el tiempo a 300 efectivos. También asegurarán la carretera que conecta la capital burkinabé Ouagadougou con Bamako, en Malí, y están construyendo líneas de trasmisión eléctrica que unen a los distintos países del Sahel.

Al retirarse forzosamente del Sahel, Estados Unidos se repliega hacia los países del Golfo de Guinea, desde cuyo territorio, empero, no podrá realizar reconocimientos en Libia.

El apoyo ruso a los países del Sahel no se limita a la esfera militar. Una delegación de Niamey visitó Moscú en enero, cuando firmó un acuerdo, para que Rosatom explore y explote los vastos recursos naturales del país africano, incluidos el petróleo, el gas y el uranio. También buscará litio en el sur. Además de apoyar a Mali en la construcción de un satélite espacial, el acuerdo prevé la concesión de un satélite ruso, para cubrir las necesidades del país en los ámbitos de seguridad, telecomunicaciones y otros. Rosatom firmó también un acuerdo similar con Burkina Faso.

La descolonización de los países del Sahel muestra –no podía ser de otra manera- luces y sombras. Los dirigentes militares de Burkina Faso han decidido prorrogar un año más las medidas de emergencia para combatir la violencia yihadista. Sin embargo, corresponsales norteamericanos afirman que ha habido casos en los que opositores al régimen de Burkina Faso han sido secuestrados y reclutados por la fuerza.

Malí lleva bajo gobierno militar desde agosto de 2020, el primero de los ocho golpes de Estado que se han producido en África Occidental y Central en cuatro años, incluidos los de sus vecinos Burkina Faso y Níger. La actual junta se hizo con el poder en un segundo golpe en 2021 y posteriormente prometió que tardaría 24 meses, a partir de marzo de 2022, en restablecer el gobierno civil, con fecha de inicio el 26 de marzo de 2024 y elecciones en febrero.

En junio de 2022 aprobó una nueva ley electoral, pero en septiembre del año pasado dijo que pospondría las elecciones de febrero de 2024 por razones técnicas, lo que provocó la indignación de los grupos políticos que, en una declaración conjunta a última hora del domingo 31, pidieron a las autoridades que establezcan lo antes posible un marco institucional para los comicios.

La Compañía Militar Privada Wagner (PMC Wagner, por su nombre en inglés) está ayudando a las fuerzas gubernamentales en el centro y norte de Malí a realizar incursiones con aviones no tripulados que han matado a decenas de civiles, entre ellos muchos niños, según denunciaron grupos de derechos humanos. Por su parte, también Amnistía Internacional señaló a principios de esta semana que dos ataques con drones en el norte de Malí causaron la muerte de al menos 13 civiles.

La deriva de los países del Sahel hacia Moscú y Beijing no es unidireccional. Por ejemplo, tras encuentros de autoridades locales con representantes alemanes e italianos en Niamey, Niger parece estar tratando de mejorar los lazos en materia de seguridad y defensa con países occidentales. También se ha producido recientemente una reunión entre un alto mando militar nigerino y la embajadora de EE.UU..

Estados Unidos no está en condiciones de aprovechar la decadencia del dominio neocolonial francés en el Oeste de África. Al mismo tiempo, la expansión del terrorismo islamista después de la invasión de la OTAN en Libia en 2011 ha debilitado el control territorial de los estados del Sahel, empujado a millones de personas a la emigración hacia el Mediterráneo e intensificado el tráfico de drogas, armas y personas a través del desierto. El apoyo militar de las potencias europeas se ha demostrado inútil en la lucha contra el yihadismo y/o cómplice de los terroristas.

Por lo tanto, era una cuestión de tiempo hasta que en los países del Sahel oficiales patriotas se alzaran contra los corruptos regímenes proeuropeos que los gobiernan desde hace sesenta años. Sin embargo, al llegar al gobierno, los nuevos dirigentes se encontraron sin apoyos internacionales y comenzaron a buscarlos en Rusia, China, Turquía e Irán, entre otros. Necesitada de romper el cerco occidental y queriendo aprovechar la oportunidad para rodear a la OTAN por el flanco sur, Rusia aprovecha la ocasión para llenar el vacío dejado por Francia.

Los países del Sahel que están pujando por su completa independencia y desarrollo no tienen intereses ideológicos en la competencia por el poder mundial. Si los países europeos fueran más flexibles y les tendieran la mano, los africanos seguramente la estrecharían con gusto, pero no está sucediendo. Al menos los medios europeos están condenando sin matices los lazos africano-rusos. Que después no se quejen.

*Eduardo J. Vior é sociólogo veterano e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidad de Buenos Aires (UBA).

Imagem: Bassirou Diomaye Faye, presidente eleito de Senegal. Por: John Wessels / AFP / CP – publicado em AgendAR.

Neocolonialismo y geopolítica: estrategias ante la fractura del sistema internacional

Héctor Luis Saint-Pierre*

Publicado originalmente em El Cohete a la Luna

Parece obvio que, dada la fractura del sistema internacional y la posible confrontación entre la hiperpotencia y los nuevos polos de poder, las formas bélicas de resolver las brechas en la política internacional sean inevitables. Ante esta posibilidad, la presión se sentirá en todos los teatros de operaciones que ocuparán por completo el mundo. Pese al dramatismo de la situación que se avecina, puede ser una ventana de oportunidades para los países que aún permanecen en situaciones de neocolonialismo, dominio o influencia inevitable de alguna potencia en la actual correlación de fuerzas internacionales.

Pero la oportunidad, sin la preparación adecuada para su aprovechamiento, es inútil. Por lo tanto, aunque la actual crisis del sistema internacional presagia el nacimiento de un nuevo mundo, la acomodación de los países dependerá, en gran medida, de la capacidad de sus líderes para futurizar su posición y prepararse para luchar por ella. En este caso, la “lucha” puede no limitarse a la esfera diplomática, sino que puede requerir la preparación de la fuerza para combinar con la diplomacia la defensa del derecho al propio futuro.

La mayoría de los países del Sur Global se encuentran en esta situación y pueden verse atraídos para la beligerancia —por la fuerza centrípeta de uno de los polos que se disputan el mundo— o buscar neutralizar las fuerzas gravitacionales para mantener una posición pragmática de no-alineamientoEntrar en la órbita de uno de los centros centrípetos significa subordinar los intereses nacionales a los de ese centro. Algunos de los países serán seducidos, otros inducidos, convencidos, coaccionados o incluso obligados a caer en la órbita de un centro u otro. Otros percibirán, en la resistencia a esas atracciones, la ventana de oportunidad que se abre para defender sus propios intereses. Pero pocos la abrirán —el aprovechamiento de esa oportunidad no es para países débiles—.

El continente americano es una región del mundo en la que el imperialismo estadounidense se ha hecho sentir. Desde decisiones impuestas hasta el reemplazo de gobiernos, los países del continente han sufrido la centenaria interferencia estadounidense. Esta práctica insidiosa fue expuesta ante el Congreso de los Estados Unidos el 2 de diciembre de 1823 por el Presidente James Monroe, quien dio su nombre a la doctrina colonizadora, resumida en la frase “América para los americanos” (donde América somos nosotros y los “americanos” son solo ellos). Desde entonces, la potencia del norte se ha manifestado en el continente con injerencias políticas, sobornos, chantajes, invasiones, intervenciones militares punitivas, imposición de gobiernos y golpes de Estado para mantener su orden en la región — el que le permite satisfacer sus intereses económicos y políticos—. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha ido apretando las riendas estratégicas con el argumento de salvar a los países del comunismo. Así, democratizando por la fuerza, incluso mediante golpes de Estado, fueron ajustando los regímenes de dependencia empleando élites de sectores nacionales beneficiados por la dependencia, tanto en el ámbito político, económico, militar, cultural y, lamentablemente, académico, que interpretan el mundo con la epistemología de la metrópoli. Habría sido imposible mantener los grilletes de la dependencia sin la aquiescencia de estas élites nacionales nada nacionalistas.

La posibilidad de asumir un no alineamiento pragmático, que defienda los intereses nacionales sin satisfacer las demandas de los centros de poder, sean emergentes o en decadencia, requiere una neutralidad activa frente a las presiones para una postura beligerante en la confrontación sistémica. El posicionamiento internacional de neutralidad activa exige la posibilidad de mantener libertad de acción estratégica. Sin embargo, dado el grado de dependencia estratégica actual, ningún país de la región disfruta individualmente de esta libertad en grado suficiente para defender su neutralidad. Una alternativa para lograr suficiente espacio de libertad de acción estratégica es en un régimen de cooperación estratégica, por parte de al menos un segmento de la región. Esto se intentó, en cierta medida, a principios de la segunda década de este siglo con la Unasur y la creación del Consejo de Defensa Suramericano (CDS). Fue un momento de cierta homogeneidad ideológica en la región y de distracción estratégica por parte del hegemón en lo que llamé “la década del sonambulismo estratégico”, en la que se perdió persiguiendo a terroristas por todo el mundo. Pero cuando los vientos políticos cambiaron en la región, UNASUR y el CDS fueron rápidamente desmantelados, y no fue una casualidad.

La alternativa para aprovechar la ventana de oportunidad sería buscar libertad de acción estratégica que permita una cierta autonomía en la toma de decisiones de forma no confrontativa con los intereses del hegemón o, como diría Thiago Rodrigues, “no es ser totalmente dependiente de la hegemonía global estadounidense y además no es ser una potencia contra-hegemónica. Se trata de incrementar espacios de autonomía dentro de la actual arquitectura hegemónica del planeta”. Esto no será fácil y, considerando la temperatura bélica del planeta, tampoco será pacífico.

La generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, ha aumentado notablemente la frecuencia de sus visitas a la región para, en sus palabras, “proteger nuestras riquezas” (enfatizado mío) de los “competidores y adversarios” del gobierno estadounidense que están “aprovechándose de esta región a diario”, advirtiendo: “Lo que sucede en esta región en términos de seguridad impacta en nuestra seguridad — nuestra seguridad nacional en la patria—”. Las reservas naturales de litio, petróleo, oro, cobre y agua dulce en América del Sur son consideradas por Estados Unidos como una cuestión de seguridad nacional, con referencia al diferendo geopolítico con China, Rusia e Irán. No por otro motivo, se manifestó “muy emocionada”, porque ha sentido que podemos asociarnos mucho más y “hacer un trabajo en equipo mayor del que estábamos haciendo”, luego de su visita a la Argentina, donde le fue ofrecida una base que controle el paso entre los océanos Atlántico y Pacífico y su proyección a la Antártida, vendió 24 aviones multipropósito F16 de Dinamarca y recibió un pedido de 250 vehículos blindados Stryker. Todas estas regalías hacen que sea mefíticamente inequívoco que el Presidente Milei muestra una sumisión incondicional no solo a Trump, sino al diseño estratégico de Estados Unidos.

Sin embargo, la Argentina no es la única que adhiere dócilmente al diseño estratégico de la potencia hegemónica. La política exterior brasileña también está enyesada y quizás más comprometida con ese alineamiento estratégico al tener un general en la cadena jerárquica del Comando Sur. De hecho, desconozco si esa rigidez, esa sumisión vergonzosa, ha pasado por la necesaria autorización legitimadora por parte del Congreso Nacional. De no existir esta autorización, sería una muestra más de la autonomía militar y de que, pese a ser un instrumento del Estado, se atribuyen el derecho de tomar decisiones que comprometen la política exterior y la soberanía nacional.

En 2024 la región es distinta de aquella de 2012. Hoy los vientos son otros, además de neoliberales, son de extrema derecha, de derecha, de “izquierda de resultado”, que producen meros torbellinos que no consiguen potenciarse cooperativamente para convertirse en un huracán que defienda intereses nacionales o regionales. Con élites económicas nacidas y criadas en la dependencia e inculturizadas en Disney, a las que ni siquiera les importa la soberanía mientras sus intereses egoístas estén satisfechos; con medios de comunicación de masas que modulan las percepciones de la sociedad para ver las “ventajas” de la “buena” dependencia; con académicos resignados a ver la historia desde los balcones de la falsa neutralidad axiológica; con militares estratégicamente comprometidos con uno de los polos que aglutinarán las fuerzas en el doloroso parto del nuevo mundo, solo queda la amarga resignación de ver cerrarse otra ventana de oportunidad para aumentar la autonomía en la toma de decisiones y, al no luchar por la “neutralidad activa”, llorar otra generación de jóvenes, muertos en extraños campos de combate, defendiendo los intereses de quienes decidirán nuestro futuro por nosotros.

*Héctor Luis Saint-Pierre es doctor en Filosofía Política, profesor titular de Seguridad Internacional en el Programa de Postgrado en Relaciones Internacionales de la Universidad Estadual Paulista (UNESP). Fundador y líder del Grupo de Estudios de Defensa y Seguridad Internacional (GEDES).

Imagem: Casa Rosada. Por: Flickr.

La desnacionalización estratégica: las nuevas amenazas para la integridad y el rol de las Fuerzas Armadas

Nilda Garré*

Publicado originalmente em El Cohete a la Luna

Dada la situación del sistema internacional con el debilitamiento relativo de Estados Unidos, el crecimiento de China, la aparición de nuevos polos de poder y de importantes actores globales, los riesgos de belicismo aparecen como posibles. Desde el interés nacional es evidente la importancia de adoptar una neutralidad activa que permita afrontar las presiones que se producirán.

En las dos primeras décadas del siglo XXI, en un momento histórico favorable desde el punto de vista de la homogeneidad ideológica de los gobiernos  sudamericanos, un sector importante de ellos siguió el camino de la cooperación estratégica.

Así se creó en el seno de UNASUR el Consejo de Defensa Sudamericano (CDS) donde se conformó  un ámbito que buscaba la unidad doctrinaria de las FFAA de esos países y los necesarios cambios en la formación y educación de las mismas para erradicar los principios de la seguridad nacional en los que se habían formado por imposición del hegemón que durante la Guerra Fría impulsó el comunismo como enemigo a combatir y, una vez desmembrada la URSS, lo reemplazó por el terrorismo islámico en sus diversos matices , al que agregó paulatinamente otros enemigos como los migrantes, los pobres, los pueblos originarios , a los que categorizó como Nuevas Amenazas.

Desde la doctrina que el Presidente James Monroe expuso en 1823 y que se resumió como “América para los americanos” (en realidad para los norteamericanos), nuestra región fue presionada, agredida y hasta invadida en numerosas ocasiones y en varios países por Estados Unidos. También interferida en sus  intentos de unidad  o cooperación.

Recientemente creció el interés por los recursos estratégicos y por la importancia geopolítica que tiene Sudamérica.  Una circunstancia remarcable es la  reinstalación de la IV Flota  en los mares del continente.

Nuestro país ha sido visitado en forma reiterada últimamente por la jefa del Comando Sur, Generala Laura Richardson, y también por el Director de la CIA, presencias motivadas por el interés en nuestros recursos estratégicos, como el litio, el petróleo, el cobre y la abundancia de agua dulce.

Además de las riquezas naturales, en el caso de la Argentina, es de especial interés su privilegiada ubicación en el Atlántico Sur como país más próximo a la Antártida, al Estrecho que une los océanos Atlántico y Pacifico y la cercanía con las Islas Malvinas, Orcadas y Sándwich, usurpadas por Gran Bretaña, país que es socio estratégico de Estados Unidos en la OTAN .

En el contexto global difícil que estamos atravesando es fundamental analizar las decisiones y actitudes que adopta Milei y que comprometen gravemente la situación de nuestro país.

Asistimos a una guerra convencional en territorio europeo —Ucrania, con apoyo de la OTAN, contra Rusia—  y vemos con mucha inquietud el conflicto de Israel contra el pueblo palestino sometido a un genocidio , al que se ha incorporado Irán y que amenaza con extenderse a la región .

En este marco sensible y delicado, Milei declara su alineamiento incondicional con Ucrania y con Israel que implica obviamente su pertenencia a la órbita gravitacional de Estados Unidos, subordinando a  nuestros intereses nacionales.

En el proyecto de la llamada “ley Ómnibus” cuyo tratamiento fue afortunadamente frustrado en la Cámara de Diputados, hay referencias concretas a la Defensa que permiten inferir el pensamiento y los objetivos libertarios en la materia.

Las materias Defensa y Seguridad están regidas en el país por sendas leyes que se aprobaron recuperada la democracia en 1988 y 1992 respectivamente, por un consenso político-social que no solo fue muy amplio sino que además se ha mantenido en el tiempo.

Milei pretende quebrar ese consenso básico autorizando el empleo de las FFAA en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, que seguramente se extenderán después a las Nuevas Amenazas que Estados Unidos paulatinamente agregó porque son sus problemas actuales: migraciones, pueblos originarios, pobres, etc.

El eventual involucramiento de los militares en tareas policiales que podría convertirlos en lo que Juan G. Tokatlian denomina crime fighters,  no requiere de un aumento del presupuesto, por lo que resultaría compatible con lo que sostienen “aquellos que la ven” y que afirman que “no hay plata” .  Además no sería necesaria la incorporación de material pesado a las FFAA, así como tampoco sería relevante la inversión en ciencia, tecnología y producción para la defensa que Milei pretende detener.

Si bien son varios los países que usan a sus Fuerzas para combatir estos delitos (México y Colombia los más destacados), ninguno ha tenido éxito en el objetivo.

Más aún, dañaron seriamente a sus Fuerzas, las discapacitaron para lo que son sus funciones específicas y las contaminaron con la corrupción que facilitan esos ámbitos por la enorme cantidad de dinero que manejan. Debemos agregar como consecuencias las gravísimas violaciones a los DDHH  que cometieron las Fuerzas.

Esta iniciativa es más que negativa. Los soldados están capacitados para la guerra, para aniquilar al enemigo que amenaza la integridad nacional: territorial, aérea, fluvial y marítima, su población, sus recursos, sus objetivos estratégicos. Las armas que fueron entrenados para manejar son cada vez más sofisticadas, letales y altamente complejas. Nada de esto es útil en la lucha contra el delito que requiere prevención, disuasión y en última instancia represión.

Las capacitaciones que reciben la Fuerzas Armadas y las Policiales son distintas, las armas que usan también y por sobre todo son diferentes los objetivos que deben perseguir.

No es admisible convertir nuestras FFAA en Guardias Nacionales, incapaces de afrontar sus responsabilidades primarias en caso de ser necesario

La ley 24.059 de Seguridad Interior prevé en que situaciones las policías podrán recibir aportes de los militares por sus tareas que serán siempre logísticos pero sin participación operativa.

Si el Congreso cediera a las pretensiones de Milei, estaría contribuyendo a concretar una solicitud siempre presente en las demandas e intereses de Washington .

*Nilda Garré: Diputada Nacional. Ex ministra de Seguridad y de Defensa.

Imagem: El Edificio Libertador, sede del Ministerio de Defensa de la República Argentina. Por: Wikipedia Creative Commons.

Um hegemon ultrapassado? Os EUA no conflito em Gaza 2023/2024 e os aspectos sistêmicos de poder no Oriente Médio

Rodrigo Augusto Duarte Amaral* 

Se compreendermos os EUA como ator hegemônico do sistema internacional desde o século XX, devemos conceber suas ações internacionais em direção à manutenção da sua posição privilegiada na ordem internacional. Suas ações intrusivas afetam os rumos do conflito no Oriente Médio (AMARAL, 2022).

Desde o fim da Segunda Guerra Mundial, os EUA desenvolveram um papel dominante no Oriente Médio motivados pela presença de reservas de petróleo e um aliado fundamental do Estado de Israel. A região se tornou espaço vital para o desenvolvimento de uma nova zona de influência, cuja contenção soviética orientou a base estratégica do país até 1990. Foi no pós-Guerra Fria que a “promoção de democracia” e desenvolvimento de condições para o pleno funcionamento do livre-mercado, passou a dominar o discurso estratégico dos EUA para o Oriente Médio. Primeiro na administração Clinton, que enfatizou a reforma econômica como prelúdio para a reforma política. Depois, sob a administração de G. W. Bush, quando após o 11 de setembro de 2001, a democratização no Oriente Médio emergiu como um objetivo explícito da política dos EUA com ênfase sem precedentes. (MARKAKIS, 2016). A necessidade de democratizar o Iraque, conter o islamismo político “antidemocrático” iraniano, valorizar a democracia Israelense, invadir, reconstruir e democratizar o Iraque e o Afeganistão, entre outras expressões.

No contexto contemporâneo, apoiar incondicionalmente Israel contra o Hamas apenas reforça a tradicional postura de sustentar politicamente e militarmente Israel a todo custo. Nas palavras do presidente Joe Biden (2023a):

“Discutimos [Biden e Netanyahu] como democracias, como Israel e os Estados Unidos são mais fortes e mais seguras quando agimos de acordo com o Estado de direito […] Nós garantiremos que os judeus e o estado democrático de Israel possa se defender hoje, amanhã, conforme sempre garantimos” (BIDEN, 2023a, tradução nossa).

Trata-se de uma postura intrusiva constante na história dos EUA no Oriente Médio. Conduzir, ou ao menos afetar o curso dos conflitos regionais, como fez indiretamente na Guerra do Afeganistão em 1980, na Guerra Irã-Iraque em 1980, na contenção israelense as intifadas palestinas desde 1990, na Guerra da Síria em 2014 e diretamente na Guerra do Golfo 1990, na Guerra do Afeganistão de 2001 e do Iraque 2003 e no combate ao Estado Islâmico desde 2015.

No entanto, se fazer presente militarmente, ou fornecer armas, não garante a segurança regional do Oriente Médio. Na verdade, o que assistimos é o oposto. A potencialização da conflitualidade. E a percepção global dos EUA como ator intervencionista em prejuízo a ordem regional é cada vez mais evidente.

Em mais de seis meses de conflito, não se trata apenas de considerar os EUA inábeis enquanto ator mediador para soluções pacíficas para Gaza, mas aquele que endossa o mesmo, enfatizando seu papel histórico de aliado e inabalável apoiador do sionismo israelense. Nem mesmo as mais de 33 mil vítimas civis (13 mil crianças) palestinas dos milhares de bombardeios e agressões militares israelenses foram capazes de alterar o posicionamento norte-americano. Único Estado a apoiar sem exceções os atentados israelenses em Gaza. Ainda como maior potência da ordem internacional, os EUA são o baluarte que asseguram as ações militares irrestritas de Israel em Gaza, aceitando bombardeamentos indiscriminados, evitando referenciar o direito internacional humanitário na sua justificativa da guerra, desconsiderando as vítimas civis palestinas, financiando diretamente Israel e participando indiretamente do conflito ao atacar alvos aliados ao Hamas, como no caso dos Houthis. Isso evidencia a responsabilidade norte-americana na permanência do conflito. Por isso, há quem questione a hegemonia norte-americana no Oriente Médio.

Dentro dos EUA, a insatisfação popular quanto à postura dos EUA diante da guerra em Gaza é evidente. Segundo pesquisa conduzida pelo PewResearch Center, ainda que exista prevalência no apoio popular norte-americano à Israel contra o Hamas, metade da população entende que a forma como Israel conduz a guerra é inaceitável. Sobre a influência dos EUA na guerra, há opiniões divergentes. Metade dos entrevistados são favoráveis (36%) e opõem-se (34%) ao envio de ajuda militar a Israel (o resto não tem uma opinião clara). Mas a opinião pública inclina-se mais fortemente a favor da prestação de ajuda humanitária aos civis palestinos em Gaza, com 50% a favor e apenas 19% contra. (SILVER et al., 2024). Ajuda essa que, por parte dos EUA, apenas foi ativada 150 dias após o início do conflito.

No âmbito da comunidade internacional,a China se posicionou de forma incisiva apelando por um senso comum global pelo cessar-fogo em Gaza e a escalada do conflito para outras localidades no Oriente Médio. O pronunciamento chinês veio dias após os ataques norte-americanos e britânicos contra alvos Houthis no Iêmen depois que o grupo atacou navios no Mar Vermelho. No veto dos EUA ao cessar-fogo em Gaza em fevereiro de 2024, os chineses ainda acusaram a responsabilidade dos EUA na continuidade no conflito dando sinal verde para continuidade do massacre em Gaza. É importante perceber que os atores que mais atingiram linhas diplomáticas foram atores do sul global. Com especial destaque para intermediadores regionais do Oriente Médio realizando o papel de intermediação e diálogo, como Egito, Jordânia e Catar. Países em desenvolvimento do sul global apresentando denúncias contra os crimes de guerra e humanitários perpetrados por Israel, como África do Sul e Brasil. O posicionamento brasileiro é destacado, visto a proatividade brasileira ao propor uma resolução no âmbito da sua presidência no Conselho de Segurança da ONU para o cessar-fogo imediato e o estabelecimento de corredores humanitários, vetado pelos EUA. Assim como o apoio fornecido a acusação de crime de genocídio à Israel contra a população palestina em Gaza no âmbito da Corte Internacional de Justiça. Tais manifestações diplomáticas revelam posturas plenamente opostas à fiel postura confirmativa dos EUA à Israel em Gaza.

Mesmo se abstendo da resolução do Conselho de Segurança da ONU de 24 de março de 2024 que estabeleceu um cessar-fogo provisório durante o Ramadan, os EUA não deram braço a torcer sobre o que para eles é mais importante: a condenação dos atos terroristas do Hamas[1]. No ato da abstenção, a embaixadora Linda Thomas-Greenfield afirmou: “não concordamos com todos os termos da resolução (…) alguns fatores chave foram ignorados, como nossa demanda por adicionar condenações ao Hamas”. No entanto, a reação imediata do Primeiro Ministro israelense Netanyahu foi negativa, afirmando que o ato de abstenção prejudicaria o principal objetivo contra o Hamas e a recuperação de israelenses sequestrados. Ainda tomou uma atitude diplomática, informando que não enviaria uma delegação de alto nível a Washington, DC, conforme vinha fazendo ao longo da guerra. Em resposta, O porta-voz da Casa Branca, John Kirby, disse que os EUA estavam “desapontados” com a decisão de Netanyahu. O episódio demonstra desorganização e falta de comunicação entre os dois principais aliados na guerra em Gaza.

No mínimo, este ruído exemplifica como os EUA parecem estar renunciando ao controle da situação, pressionado domesticamente por sua população e globalmente por outros membros da comunidade internacional.

Ao recapitular a presença norte-americana no Oriente Médio no século XXI, podemos dizer que os processos históricos revelam o desfavorecimento da sua condição hegemônica na região. Se o projeto dos anos 2000 se pautou na premissa de construir uma região liberal e democrática, sob a alcunha de combate ao terrorismo global, os EUA intensificaram as rivalidades regionais e impulsionaram a emergência de grupos insurgentes anti-ocidentais das suas mais variadas expressões. A década de 2010 no Oriente Médio, marcada por revoltas e revoluções que no ocidente se chamou de Primavera Árabe, se provou mais uma expressão de insatisfação da condição socioeconômica dos Estados da região, do que propriamente um levante democrático generalizado. O que se assiste na terceira década deste século é mais uma expressão manifesta de reatividade à presença ocidental histórica e seus proxies, como Israel. A reação do Hamas em 2023 à circunstância insustentável de vida em Gaza, determinada por um acordo desenhado pelos EUA em 1993 em Oslo, é um grito contra a ordem desigual e exploratória vigente naquele território.

Desde o início da segunda intifada, em setembro de 2000 até 7 de outubro de 2023, já 11 mil palestinos foram mortos, diretamente ou indiretamente por, consequência do conflito Israel-Palestina (ORCHA, 2024). Às vésperas do conflito, Gaza abrigava 2 milhões de habitantes, sendo quase 1,4 milhões de refugiados frutos da criação do estado de Israel em 1948, território altamente populoso, cuja taxa de desemprego atingia aproximadamente 47% e de insegurança alimentar 68,5% da população. Além disso, 95% da água estava imprópria para consumo humano e 80% do esgoto é despejado no mar, devido à falta de saneamento básico (DOS SANTOS, 2023). Resumindo, um espaço de extrema vulnerabilidade para o exercício da vida humana.

A insurgência de 7 de outubro restitui a insatisfação em Gaza mediante uma autodeterminação de facto palestina negada. No seu topo, indica o desastre da hegemonia norte-americana no Oriente Médio. Hegemonia esta que talvez nunca se completou, visto que os norte-americanos nunca atingiram o suposto objetivo de tornar a região em um espaço liberal-democrático nos moldes ocidentais. Ainda sim, a força dos EUA é o fator que “autoriza” Israel a agir historicamente de forma irrestrita em Gaza (e nos territórios ocupados na Cisjordânia). Portanto, afirmar categoricamente que a hegemonia norte-americana se esfacelou é equivocado. Talvez a concepção gramsciana de período de transição hegemônica (COX, 1981) seja qualificada para explicar o momentum dos EUA no sistema internacional. Há sim atores questionadores da hegemonia norte-americana: China, Rússia, Irã e outros. Todavia, além disso, e talvez mais relevante, existe dentro do próprio sistema-mundo ocidental manifestações de insatisfação quanto ao modelo capitalista-liberal conduzido pelos EUA. Expressões da inabilidade global de gerenciar a crise ambiental global, bem como as injustiças e violências na periferia do sistema, tal qual visto em Gaza.

[1] Para mais informações sobre a relação dos EUA com o Hamas, e a designação como grupo “terrorista” ver o texto: “Os EUA no conflito em Gaza 2023/2024: a preservação da relação especial com Israel”, deste mesmo autor, presente neste site.

*Rodrigo Augusto Duarte Amaral, Doutor em Relações Internacionais pelo PPGRI San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP, PUCSP), Professor de Relações Internacionais na PUCSP, membro do Grupo de Estudos sobre Conflitos Internacionais da PUCSP (GECI).

Imagem: Bandeira dos EUA e mapa do Oriente Médio. Por: Middle East Political and Economic Institute.

 

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AMARAL, Rodrigo Augusto Duarte. Dinâmicas de poder dos EUA por um Iraque pós-Saddam: a articulação entre o governo norte-americano e as elites do poder iraquiano na década de 1990. Tese de Doutorado. Programa de Pós-Graduação em Relações Internacionais San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP, PUCSP). 2022.

BIDEN, Joe. (2023a). USA. The White House. RemarksbyPresident Biden on the TerroristAttacks in Israel. Washington DC, USA. 10thoctober 2023. Disponível em <www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2023/10/10/remarks-by-president-biden-on-the-terrorist-attacks-in-israel-2/ > Acesso em 28/03/2024.

COX, Robert. Social Forces, States and World Orders: BeyondinternationalrelationsTheory, Millennium. 10:2, 1981. Pp. 126-155.

DOS SANTOS, Isabela Agostinelli. Morte e vida palestina: a reorientação tática do colonialismo israelense na Faixa de Gaza. Tese de Doutorado. Programa de Pós-Graduação em Relações Internacionais San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP, PUCSP). 2023.

MARKAKIS, Dionysis. US DemocracyPromotion in the Middle East: The PersuitofHegemony. London; New York: Routledge. 2016.

UNITED NATIONS OFFICE FOR THE COORDINATION OF HUMANITARIAN AFFAIRS – OCCUPIED PALESTINIAN TERRITORY (ORHA). Data on casualties. 2024. Disponível em <www.ochaopt.org/data/casualties> Acesso em 28/03/2024.

SILVER, Laura atall. Majority in U.S. Say Israel HasValidReasons for Fighting; Fewer Say the SameAbout Hamas 57% express some sympathy for bothIsraelis and Palestinians. PewResearch Center.March 21, 2024.

Os EUA no conflito em Gaza 2023/2024: a preservação da relação especial com Israel

Rodrigo Augusto Duarte Amaral *

“Os Estados Unidos (EUA) estão ao lado do Estado de Israel, tal como temos feito desde o momento em que os EUA se tornaram a primeira nação a reconhecer Israel, 11 minutos após a sua fundação, há 75 anos[1].” (BIDEN, 2023a, tradução nossa). Foi com este discurso inicial que o presidente dos EUA, Joe Biden, revelou o posicionamento sólido e imutável dos EUA que marcou sua posição diante da escalada de conflitualidade entre o Hamas[2] e Israel a partir do dia 7 de outubro de 2023.

Naquele dia, na voz do presidente, os norte-americanos anunciavam: “o povo de Israel está sob ataque, orquestrado por uma organização terrorista, o Hamas” (BIDEN, 2023b, tradução nossa). Não seria a primeira vez que os EUA acusariam o Hamas de ser uma organização terrorista. A primeira vez foi em 1997[3], durante a administração Clinton, após o estabelecimento dos Acordos de Oslo de 1993, que foram explicitamente rejeitados pelo Hamas, por considerá-los restritivos para a autonomia e territorialidade palestinas. Os Acordos de Oslo consagraram o papel do Hamas como uma resistência a Israel e a posição conformista da Organização pela Libertação da Palestina (OLP), inaugurando uma realidade que progressivamente amarraria as mãos do movimento islâmico palestino. De um lado o Hamas comandaria os maiores movimentos contra Oslo em Gaza, por outro lado Israel e os EUA com o endosso da Autoridade Palestina representada pela OLP iniciaram um processo de criminalização do grupo islâmico e opressão de protestos civis. Os atentados de bombardeamento suicida de fevereiro de 1996 comandados pelo Hamas foram a “gota d’água” para a designação do grupo enquanto terrorista (KRISTIANASEN, 1999).

Em 2005, com a inédita desocupação israelense (desde 1967) de Gaza, apoiada pelo presidente Bush à época crescera a expectativa de um território autônomo palestino de facto (ainda que muito reduzido se comparado com a Palestina pré-1948). No entanto, o que se assistiu em Gaza foi o predomínio do argumento contraterrorista que justificou o bloqueio israelense ao território palestino após a vitória do Hamas nas eleições legislativas. Naquele momento, EUA e União Europeia anunciaram que não apoiariam um território administrado por um “grupo terrorista”. Estabelecia-se, então, uma tendência de assimilação da identidade entre a Faixa de Gaza e o Hamas, supondo como um espaço que abriga o “terrorismo internacional” (DOS SANTOS, 2023).

Mas a quem interessa chamar o Hamas de grupo terrorista? Considerando, ou não, a perspectiva crítica de que “um terrorista para um, é um libertador nacional para outro” (ROBINSON, 2004, p.112), a posição oficial dos EUA em designar o grupo como terrorista deve ser lida como politicamente intencionada. Primeiramente, pois essa qualificação destaca os atentados comandados pelo braço paramilitar do grupo, enquanto esconde suas atividades sociais que ganha os corações e mentes de milhares, senão milhões de palestinos e simpatizantes. Em segundo lugar, pois ignora a concepção do terrorismo como tática e aponta como um atributo de determinado ator. Isso é conveniente estrategicamente para os EUA e Israel à medida que encaixa o Hamas em uma categoria de violência extrema que irracionaliza o inimigo, portanto “legitima” qualquer tipo de resposta (ROBINSON, 2004).

Historicamente, o objetivo norte-americano declarado oficialmente quanto ao Hamas consiste em “deter, transformar, marginalizar, ou neutralizar o grupo de tal forma que não represente uma ameaça para a segurança de Israel […] e outros interesses dos EUA – como um proxy do Irã, ou outros atores” (ZANOTTI, 2011, p.1)[4]. Portanto, cabe afirmar que a finalidade tática de acabar com o Hamas é elemento fundamental para solidificação do objetivo de fortalecer o maior aliado estratégico dos EUA no Oriente Médio: Israel; ao passo que enfraquece os inimigos regionais, o maior deles o Irã.

Após os ataques do Hamas a Israel, que de maneira inédita matou mais de 1.100 israelenses, os EUA não apenas se mobilizaram diplomaticamente em favor da autodefesa israelense como intensificaram seu apoio material ao contra-ataque de Israel em Gaza. Os EUA concordaram provisoriamente (por meio de um memorando de entendimento) em fornecer a Israel quase 4 bilhões de dólares por ano até 2028, considerando possíveis financiamentos suplementares para Israel em meio a sua guerra com o Hamas (MASTERS & MERROW, 2024).

Se inicialmente a comunidade internacional se mobilizou em favor de Israel em repúdio ao ataque do Hamas, conforme o conflito se estendeu, a questão do limite da guerra inverteu as interpretações acerca da legitimidade do contra-ataque israelense. Ao observar, por exemplo, a postura da comunidade internacional nas sequentes propostas de cessar-fogo em Gaza nota-se uma expressiva vontade geral pelo encerramento do conflito brecado pela postura relutante dos EUA. Na sua história, os EUA vetaram resoluções críticas a Israel mais do que qualquer outro membro do Conselho de Segurança da ONU. Os EUA vetaram ao menos 89 resoluções do Conselho desde 1945, sendo 45 dos seus vetos foram utilizados em resoluções críticas a Israel, e 33 diziam respeito à ocupação israelense dos territórios palestinos ou ao tratamento dado pelo país ao povo palestino.  Desde o início do conflito, os EUA vetaram três propostas para o cessar-fogo imediato. Na última oportunidade, Linda Thomas-Greenfield, embaixadora de Washington na ONU, disse que não era o momento certo para pedir um cessar-fogo imediato enquanto as negociações entre o Hamas e Israel não se encerrassem.

Mediante as respostas militares desproporcionais de Israel, novos fronts de batalha se abriram no Oriente Médio. Os principais atores que enfrentaram Israel contra os ataques em Gaza ficaram conhecidos como Eixo da Resistência. Trata-se de atores políticos e paramilitares que atacaram Israel como o Hezbolah libanês e os Houthis iemenitas, ou atacaram unidades militares norte-americanas como no caso dos mais de 150 ataques perpetrados pelas Unidades de mobilização popular iraquianas e grupos paramilitares sírios, ambos nos seus respectivos territórios. A resposta norte-americana a esses grupos revelou o envolvimento direto dos EUA no atual conflito no Oriente Médio. Tal cenário desenha linhas de alianças e inimizades claras, onde de um lado os EUA e Israel sustentam a guerra em Gaza ao passo que tentam inibir a insurgência reativa no resto do Oriente Médio. Por outro lado, revelam que o Hamas não está só, ao lado dele diversos grupos políticos islâmicos com braços paramilitares, apoiados (diretamente ou ideologicamente) pelo Irã preenchem o outro lado do campo de batalha.

A partir dos ataques contra unidades militares dos EUA no Iraque e os recorrentes ataques houthiscontra ao menos 10 navios de carga no mar vermelho, viu-se as primeiras incursões militares norte-americanas e britânicas no conflito, inaugurando a OperationProsperity Guardian destinada a responder os ataques houthis desde dezembro de 2023. Naquele instante, os EUA deixaram de ser agente passivo do conflito, atuando militarmente como aliado israelense contra os inimigos do “Eixo da Resistência”.

Seja como ator passivo ou ativo da guerra, os mais de seis meses de conflito revelam a sustentação da tradicional relação especial dos EUA com Israel. O país norte-americano se mostra como único porta-estandarte internacional de sustentação das ações militares israelenses em Gaza. Evidentemente, o papel americano é fundamental na manutenção do conflito. Faz vista grossa para os crimes de guerra israelenses que vitimam mais de 33 mil vítimas civis (13 mil crianças) palestinas que impedem não apenas um cessar-fogo da guerra, mas que se pautem novas discussões sobre autodeterminação e soberania palestina.

* Rodrigo Augusto Duarte Amaral, Doutor em Relações Internacionais pelo PPGRI San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP, PUCSP), Professor de Relações Internacionais na PUCSP, membro do Grupo de Estudos sobre Conflitos Internacionais da PUCSP (GECI).

Imagem: The Nation. Por:Brendan Smialowski /Getty

[1]Recomendamos ao leitor acessar a histórica relação entre EUA e Israel desde sua criação: BAR-SIMAN-TOV, Yaacov. The United States and Israel since 1948: a “specialrelationship”?.DiplomaticHistory, v. 22, n. 2, p. 231-262, 1998; SCHOENBAUM, David. The United States and the stateof Israel. Oxford University Press, 1993; CHOMSKY, Noam. FatefulTriangle: The United States, Israel and the Palestinians. Boston: South End Press, 1983; THIES, Cameron G. The United States, Israel, and the search for internationalorder: Socializingstates. Routledge, 2013; REICH, Bernard; POWERS, Shannon. The United States and Israel. In: The Contemporary Middle East. Routledge, 2012. p. 99-119.

[2] Organização política islâmica palestina que governa o território de Gaza e que tem um braço armado paramilitar.

[3]Para mais informações sobre os grupos considerados terroristas segundo os EUA, acessar: <www.state.gov/foreign-terrorist-organizations/> acesso em 04/03/2024.

[4] O relatório de Zanotti (2011) foi produzido como documento oficial do US Congressional Reasearch Service, uma agência do poder legislativo federal localizada na Biblioteca do Congresso, atua como equipe compartilhada exclusivamente para comitês e membros do Congresso dos EUA.

Terra incógnita: a identidade nacional russa pós-dissolução da URSS

Maria Eduarda Carvalho de Araujo*

O dia 26 de dezembro de 2023 marcou 32 anos desde a dissolução da União das Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Este marco teve repercussões significativas na arena internacional, especialmente na forma como influenciaram os projetos e o comportamento da Federação Russa em contextos regional e global (Dias, 2014). Este texto disserta sobre o processo de formulação da identidade nacional russa após a dissolução da URSS, destacando as diferentes tradições e escolas civilizacionais, influenciadas pela interação e relações com o Ocidente (especialmente Estados Unidos e Europa) (Tsygankov, 2019). Assim, observa-se que o processo de estabelecimento de uma identidade nacional russa esteve a par com a necessidade de redefinição da estratégia nacional de política externa.

A dissolução da URSS marcou o colapso de um sistema de valores que refletia uma crença compartilhada sobre o destino da Rússia e das demais nacionalidades presentes naquele espaço geográfico (Ferraro Junior, 2016; Tsygankov, 2007). De acordo com Malinova (2017), este acontecimento exigiu a reconstrução das identidades nacionais das antigas repúblicas soviéticas em fronteiras simbólicas, adaptando e estabelecendo narrativas sobre o passado em um novo contexto político. A Federação Russa, em particular, enfrentou o desafio de desenvolver uma identidade nacional própria, pois, conforme argumentado por Malinova (2017) e Kuzio (1997), tanto a República Socialista Federativa Soviética Russa (RSFSR), quanto o Império Czarista, possuía uma identidade nacional distinta, pois a mesma passou pela construção da nação concomitantemente com a do império. Ou seja, a identidade nacional tendia a ser associada ao país como um todo, ao invés de alguma parte em específico. Dessa forma, após a dissolução da URSS, em 1991, a Federação Russa teve de estabelecer uma nova identidade nacional, recuperando recursos simbólicos e históricos, que estavam permeados por ideologia e sujeito a debates, gerando controvérsias profundas e alimentando conflitos políticos ao invés de promover uma coesão mais ampla.

Além disso, a dissolução da URSS, marcou uma situação de crise de identidade, reavivando o pensamento civilizacional na Rússia bem como o dualismo histórico sobre se a Rússia seria considerada um país europeu ou asiático (Tsygankov, 2007; Segrillo, 2016). Ao retomar o passado e a formação do Leste e Oeste, bem como as invasões de povos de ambos os lados, Segrillo (2016) aponta que a Rússia se viu obrigada a se posicionar estrategicamente com relação às influências externas, sendo desenvolvidas três escolas de pensamento sobre a civilização russa. A seguir se encontra uma tabela onde são apresentadas as principais características dessas escolas de pensamento. Contudo, vale pontuar que algumas existem desde o Império Czarista e todas são muito complexas e dinâmicas, dialogando entre si e apresentando, em certos pontos, similaridades ou até mesmo ambiguidades internas, abarcando também mudanças de paradigmas e alterações no decorrer do tempo:

Tabela 1 – Principais características das escolas russas de pensamento em política externa e a civilização russa

Descrição Atores Relação com as RIs
Ocidentalista (Westernizers) Enfatizam a semelhança e uma afinidade natural da Rússia com o Ocidente, o considerando uma civilização progressista e a mais viável. Por meio da união com as nações do Ocidente, a Rússia seria capaz de superar seu atraso econômico e político, bem como ser capaz de responder às ameaças externas. No período pós-soviético, pode ser subdividida entre liberais e sociais democratas. Alguns atores são:

●       Boris Yeltsin, ex-presidente da Federação Russa (1991 – 1999);

●       Dmitri Trenin, especialista russo e diretor do Carnegie Moscow Center entre 1994 e 2022.

Após a dissolução da URSS, os liberais russos estavam convencidos de que o novo mundo global era definido pela difusão do Ocidente, dos valores do mercado livre e da democracia liberal.

A visão de integração e parceria estratégica com o Ocidente, de Boris Yeltsin, assumia o desenvolvimento de instituições democráticas liberais e a construção de uma economia de mercado aos moldes ocidentais.

Estatista (Statists) Enfatizam a soberania, o status de grande potência nos assuntos globais; a defesa e fortalecimento do Estado Russo; nas capacidades econômicas e militares. Entre os principais atores pós-soviéticos, estão:

●       Yevgeny Primakov, primeiro-ministro da Rússia (1998 – 1999);

●       Sergei Karaganov, cientista político russo que dirige o Council for Foreign and Defense Policy.

Acreditam que a Rússia estaria exposta a ameaças externas e deveria permanecer uma grande potência capaz de responder a elas. Consideram a grandeza e a força da Rússia como objetivos de política externa.
Civilizacionista (Civilizationists) Enxergam a Rússia como uma civilização de valores culturais autênticos e distintos do Ocidente. Alguns pensadores defendem um compromisso com os valores do Cristianismo Ortodoxo, enquanto outros veem a Rússia como uma síntese de várias religiões e uma unidade eurasianista orgânica e distinta da cultura europeia e asiática. Composto por eurasianistas e nacionais comunistas. Algumas figuras contemporâneas são:

●       Patriarca Kirill, bispo ortodoxo russo;

●       Vladimir Putin, presidente da Federação Russa entre 2000 a 2008 e 2012 a 2024; e primeiro-ministro entre 1999 a 2000 e 2008 a 2012.

Mais orientados ao status quo, com respostas mais agressivas aos dilemas de segurança da Rússia. No contexto pós-soviético, alguns pensadores defendem a expansão externa como o melhor meio de garantir a segurança da Rússia, sendo também visto como legítimo e permitido no contexto internacional.

Fonte: tabela organizada com base em Tsygankov (2019); Tsygankov (2021) e Segrillo (2016).

As três escolas de pensamento procuram apresentar opções internacionais para a Rússia, de maneira a ter uma coerência com a história nacional e o mundo (Tsygankov, 2007; Segrillo, 2016). Como Tsygankov (2019) argumenta, a identidade da Rússia é um continuum, influenciado pela interação com o Ocidente em um processo histórico, retomando os tempos de Pedro, o Grande. Embora, em um contexto mais recente, as reformas de Gorbachev e a desintegração da URSS tenha aberto espaço para novos políticos russos que viam o país como uma parte da civilização ocidental, Tsygankov (2007) afirma que a tradição ocidentalista, quando aplicada no campo político pós-soviético, possuía fraquezas em estabelecer um paralelo histórico do país com o seu passado para justificar a adesão ao Ocidente. A perspectiva de integração fez necessário desenvolver instituições liberais democráticas e implementar reformas econômicas radicais, que aprofundaram a polarização sobre os caminhos que o país deveria seguir. O objetivo era inserir a Rússia e ganhar um status integral nas instituições econômicas e de segurança europeias, como a União Europeia (UE) e Organização do Tratado do Atlântico Norte (OTAN), seguindo o conceito de Casa Comum Europeia (Ferraro Junior, 2016, Tsygankov, 2007; Silva; Ilikova, 2022).

Porém, a conclusão foi que as reformas ocidentalistas e liberalizantes minavam a soberania russa e enfraqueciam a capacidade de modernização do Estado. Isso levou ao fortalecimento da oposição, que defendia uma identidade eurasianista e a Rússia como uma grande potência centrada em valores de ordem e segurança. À medida que o cenário se desenvolvia, apesar do processo de expansão da OTAN, os laços comerciais entre a Rússia e a Europa começaram a se fortalecer, consolidando o pensamento liberal no discurso nacional. O consenso sobre o eurasianismo, inspirado em Primakov, foi considerado ultrapassado e potencialmente conflituoso, exigindo uma revisão do dilema civilizacional da Rússia (Tsygankov, 2007).

Com a chegada de Putin ao poder nos anos 2000, a visão da Rússia como uma potência europeia marcou uma alteração na ideia civilizacional e uma nova visão dos interesses nacionais da Rússia (Tsygankov, 2019). Essa mudança de percepção baseou-se na exploração do passado russo, na história da identidade nacional e concentrou-se na segurança, na sobrevivência e na reconstrução econômica. Na segunda metade de 1999, os movimentos rebeldes chechenos e as explosões em prédios residenciais em Moscou, seguidos pela queda dos preços do petróleo, chamaram a atenção do Ocidente para a Rússia. Isso se deveu ao seu apoio na luta contra o terrorismo e à crescente importância do fornecimento de energia para as economias europeias (Tsygankov, 2007).

No entanto, após as revoluções coloridas na Geórgia, Ucrânia e Quirguistão, entre 2003  e 2005, juntamente com o forte apoio do Ocidente nestes movimentos, a Rússia os interpretou como desestabilizadores e direcionados contra o poder e a segurança do Kremlin. Além disso, a vontade da Ucrânia e da Geórgia em juntar-se à OTAN adicionou uma percepção russa de insegurança estratégica (Tsygankov, 2019). Este processo fez com que a Rússia emergisse como crítica ao Ocidente, buscando estabelecer seu próprio nicho econômico e político nos mercados globais e instituições políticas, bem como no reforço de sua influência no espaço pós-soviético (Dias, 2014; Tsygankov, 2021). Exemplos desses comportamentos são, como Dias (2014) aponta: as iniciativas regionais para preservar sua influência na região, por meio da Comunidade de Estados Independentes e a Organização do Tratado de Segurança Coletiva, também estão, assim como Tsygankov (2021) argumenta, as políticas de construção de uma União Econômica Euroasiática, a busca por melhorar a posição da Rússia dentro da Organização de Cooperação de Xangai e na movimentação para a Ásia, nas dimensões econômicas e políticas.

Como Tsygankov (2021) observa, as tensões entre Rússia e Ocidente, que vão, em um período mais recente, desde às revoluções coloridas, à guerra na Geórgia, em 2008, até a anexação da Crimeia, em 2014 e que atinge seu ápice com a crise ucraniana, por exemplo, auxiliaram no fortalecimento de vozes nacionalistas, que pressionaram o Kremlin a enquadrar seu discurso em termos civilizacionais, alterando sua trajetória para uma postura vista como antiocidental. Estes aspectos, ao lado da desintegração da URSS e o confrontamento com a necessidade de redefinir a estratégia de política externa, seguida pela dificuldade da Rússia em ser reconhecida e se projetar como um membro à altura do Ocidente nos fóruns internacionais contribuiu para um crescente orgulho nacional e fortalecimento dos valores distintos da Rússia e de seu caráter de grande potência (Dias, 2014; Tsygankov, 2021).

Concomitantemente, como Makio e Fuccille (2023) argumentam, as políticas de memória se tornaram uma questão de interesse do Estado desde 2005 e, a partir de 2012, passou a haver uma reformulação da identidade russa, se baseando em um apelo às memórias de eventos que marcaram a história russa. Malinova (2017) aponta que a Grande Guerra Patriótica (Segunda Guerra Mundial) se mostrou a mais utilizável em termos de pensar o passado da Rússia. Isso exigiu uma adaptação dos discursos soviéticos e das práticas de comemoração. Assim, a dissolução da URSS e seu passado previamente consolidado são usados para garantir a continuação da identidade ao longo do tempo por meio da memória e de suas políticas.

O que se observa são tentativas para a inserção da Rússia no sistema internacional, influenciadas pelo desenvolvimento e comportamento em relação ao Ocidente. Este processo parece entrar, conforme Dias (2022) aponta, em um novo momento de competição sobre uma área de influência contestada tanto pela União Europeia quanto pela Rússia. A autora argumenta que o comportamento russo na invasão da Ucrânia mostra que os esforços de controle do espaço pós-soviético é um elemento central para a Rússia. Ademais, como Tsygankov (2019) argumenta, esta movimentação vem se enquadrando em discursos que seguem linhas civilizacionais, retomando memórias de um passado sagrado e que destaca a Rússia como uma potência independente da civilização europeia, algo visto com clareza tanto no discurso de anexação da Crimeia, em março de 2014, quanto no discurso de início da operação militar especial na Ucrânia, em fevereiro de 2022.

Assim, o que se observa, por meio das escolas de pensamento russas e neste amplo processo político pós-soviético, especialmente mais recentemente, com a invasão na Ucrânia, é que o que determina as escolhas de política externa por parte de Moscou se baseia em como o Ocidente assimila a Rússia enquanto um membro igual e legítimo no sistema internacional. Neste processo, a legitimação da política externa russa baseia-se na articulação entre as tradições civilizacionais, que definem as imagens do país, sua identidade perante o mundo e na definição do futuro que se espera para a Rússia.

*Maria Eduarda Carvalho de Araujo é mestranda no Programa de Pós-Graduação em Relações Internacionais San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP, PUC-SP) e bacharela em Relações Internacionais pela Pontifícia Universidade Católica de Campinas (PUC-Campinas). É bolsista CAPES, membro-fundadora do CIRE (Centro de Investigação em Rússia, Eurásia e Espaço Pós-Soviético) e pesquisadora no Observatório de Conflitos do GEDES. Contato: mec.araujo@unesp.br

Imagem: Foto de Roman Verton – Moscow, Rússia. Por: Pexels/Roman Verton.

 

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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A Ásia Central Pós-Soviética: 32 anos depois

Guilherme Geremias da Conceição*

Historicamente a Ásia Central foi uma região disputada por grandes potências, tendo em vista suas riquezas naturais e sua posição estratégica no coração da Eurásia[1]. Ainda assim, passadas três décadas desde o colapso da União das Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) e da emancipação de cinco novos Estados no local, essa região permanece chamando pouca atenção dos estudiosos brasileiros dada à escassez de pesquisas disponíveis sobre o assunto. Mesmo que, com os desdobramentos recentes na política internacional, as perspectivas econômicas quanto ao uso de seu potencial exportador energético estejam sob análise, as características do desenvolvimento social da região, bem como a compreensão sobre os seus processos políticos, quando estudadas, continuam sendo conduzidas por um debate ocidental enviesado. Nesse sentido, com vistas a desfazer a aparência monolítica das repúblicas, este texto objetiva realizar um breve balanço sobre a Ásia Central pós-soviética, analisando seus projetos de integração regional e os posicionamentos internacionais adotados pelos países que compõem a região separadamente.

Uma vez que foram conservadas as fronteiras nacionais-administrativas, herdadas do período soviético, inúmeros problemas relacionados à distribuição de recursos, à infraestrutura, ao sistema de transportes e às questões étnicas eclodiram nas jovens repúblicas. Entregues a sua própria sorte, estas precisaram se estabelecer rapidamente enquanto Estados independentes sem a experiência de tê-lo feito anteriormente. Dessa forma, para os “cinco stãos” da Ásia Central, o fim da URSS significou enfrentar uma dura transição para o incerto e o desafio de organizar, em um curto período, quadros tecno-burocráticos e estruturas político-administrativas sem o respaldo prestado pela União anteriormente[2]. Embora alguns países da região tenham conseguido manter uma relativa estabilidade pós-1991 – o que não implica adoção de práticas democráticas ou a recusa de usar a violência contra opositores, como nos casos do Cazaquistão, Turcomenistão e Uzbequistão –, outros viveram momentos de conflito e tensão política desde os primeiros anos de emancipação, como foi a guerra civil no Tadjiquistão entre 1992 e 1997, e a instabilidade política pós-Revolução Colorida, ou “Revolução das Tulipas”, no Quirguistão entre 2005-2011 e 2017-2020 (Linn, 2004; Kubicek, 2011).

No tocante à política externa, os países da Ásia Central vêm se comportando de maneira pendular em relação às divergências territoriais que possuem entre si e às alianças bilaterais e regionais que firmaram durante os últimos trinta e dois anos. No caso tadjique, por exemplo, existe uma constante oscilação no relacionamento com os vizinhos Uzbequistão e Quirguistão. Enquanto, em 2018, Tashkent e Dushanbe discutiram sobre a cooperação industrial de defesa e exercícios militares conjuntos, em 2021, uma disputa por um corpo de água na divisa quirguiz se transformou em um dos confrontos fronteiriços mais graves desde 1991. No caso das relações, por vezes tensas, uzbeque-turcomenas, o Turcomenistão aceitou assinar a Convenção do Mar Cáspio em 2018 e trouxe uma resolução parcial para as disputas de fronteira com o Uzbequistão, com o qual mantém uma cooperação estratégica no setor energético. Podemos, ainda, considerar que embora o Estado turcomeno, rico em gás e autodeclarado “neutro”[3], e o Tadjiquistão possuam diferenças no quadro dos recursos naturais, ambos compartilham uma longa fronteira com o Afeganistão, principal produtor de heroína e ópio do mundo. Este fato, somado ao papel de rota para grupos extremistas, não somente destaca as fragilidades destes Estados como também o seu caráter de “escudos”, enquanto fiadores da segurança regional (Visentini, 2022; De Haass, 2017).

Por sua vez, o Quirguistão, conhecido como a “Suíça da Ásia Central” por abrigar as principais montanhas e bacias hidrográficas da região, tentou estabelecer uma política externa multidimensional concentrada em relações flexíveis com os Estados vizinhos. Mesmo que o início da década de 1990 tenha sido marcado por hostilidades com o Uzbequistão e o Cazaquistão, resultado da saída de Bishkek da zona do rublo, as três nações logo se aproximaram e criaram uma união econômica, a Comunidade Econômica da Ásia Central – hoje fundida com a União Econômica Eurasiática (UEE). Dessa forma, as disputas na fronteira uzbeque-quirguiz se estabilizaram na medida em que o Uzbequistão reconheceu a dependência dos recursos hídricos do vizinho e que o Quirguistão passou a necessitar do gás uzbeque. No mesmo sentido, o Cazaquistão apostou em uma inserção global multi-vetorial – em alguns momentos ocidentalizada. O país desenvolveu uma política exterior que equilibrou a triangulação Rússia-China-Estados Unidos no local ao mesmo tempo que sustentou as iniciativas de integração regional e a disputa velada pela hegemonia centro-asiática com o Uzbequistão.

O movimento conciliatório também foi adotado pelo Estado uzbeque recentemente. O país é o mais populoso e o único que compartilha fronteiras com os demais Estados da região, além de possuir a força militar mais especializada. Hoje, Tashkent, de maneira inversa ao modelo de inserção internacional tímido – e por vezes contraditório – desenvolvido desde o início da independência, busca cada vez mais a consolidação de relações bilaterais harmônicas, tornando-se novamente um player significativo para o xadrez geopolítico regional (Cornell; Starr, 2018; Toktogulov, 2022).

Como resultado do fim da Guerra Fria, os novos e instáveis países da Ásia Central também tiveram de lidar com uma série de atores internacionais dispostos a assentar sua presença na região, principalmente interessados em sua posição estratégica e nos recursos energéticos[4]. Abria-se, assim, um grande espaço para competição e concorrência entre atores locais e extrarregionais, com a entrada de países ocidentais na região e o sucesso de acordos para exploração de gás e petróleo, os quais deveriam compor com os países centro-asiáticos no decorrer dos anos 1990 em um movimento relacionado com a retração russa logo após o desmantelamento da URSS). Nesse sentido, Moscou não tardaria a retornar ao cenário com força total, principalmente porque busca controlar tais rotas de exportação via Comunidade dos Estados Independentes (CEI) ou via UEE. Já o esforço chinês de aproximação teria início em 1997 com a compra de direitos de exploração no Cazaquistão. Dependendo de importações de petróleo desde o começo dos anos 1990, Pequim procurava diversificar seus parceiros e diminuir a dependência das rotas marítimas de transporte (Cornell; Starr, 2018; Visentini, 2022).

Outros países também demonstraram interesse em fechar acordos com a Ásia Central. Entre eles estão Azerbaijão, Coreia do Sul, Índia, Irã, Paquistão, Japão e, mais recentemente, a Turquia, que busca capitalizar suas ligações culturais e étnicas com a região em troca de concessões econômicas e benefícios políticos (Toktogulov, 2022). Os Estados Unidos também aumentaram sua presença local no começo dos anos 2000, quando teve início a guerra ao terrorismo. A resposta americana aos ataques de 11 de setembro criou a necessidade de estabelecer pontos de apoio na conflagração contra o Afeganistão. Para tanto, Washington buscou parcerias com os países centro-asiáticos, estabelecendo bases militares em alguns deles. Esse contexto marca a aproximação entre os EUA e Uzbequistão, concretizada com a instalação na base de Karshi-Khanabad (K2). Processo semelhante foi desenvolvido com o Quirguistão através da criação de uma base (mansitcenter) localizada no aeroporto de Manas[5] (Schwirtz, 2011). No entanto, apesar dos esforços ocidentais de manter ativos esses canais de comunicação com os governos regionais, as pressões para a democratização e um possível epicentro de Revoluções Coloridas que se agregaram à presença dos EUA fez com que os regimes passassem a se sentir ameaçados.

Neste contexto, ocorre uma maior aproximação com a Rússia e a China, representados na figura da Organização para Cooperação de Xangai (OCX). Segundo Collins (2009), a criação da OCX[6] – uma evolução dos Cinco de Xangai – demonstra a existência de um espaço para cooperação em temas de segurança sem que os governos da Ásia Central percebam isso como uma ameaça. Isso se deve ao fato de que esses países teriam suas reivindicações contra movimentos radicais internos atendidas no âmbito da organização, como a Estrutura Antiterrorista Regional (SCO-RATS), sediada em Tashkent. Além disso, a OCX trabalha  em conjunto com a Organização do Tratado de Segurança Coletiva (CSTO), cujo mandato inclui a participação de sua Força Coletiva de Reação Rápida no combate ao terrorismo. Esta organização adjacente, fundada pela Rússia em 2002, conta com a participação da Armênia, Bielorrússia, Cazaquistão, Quirguistão e Tadjiquistão, e representa um forte pilar da influência do Kremlin na região (Visentini, 2011).

Como um último elemento-chave para entender o núcleo eurasiano pós-soviético, vale mencionar o desenvolvimento do que se convencionou chamar de Nova Rota da Seda ou Belt and Road Initiative (BRI). O conjunto de ambiciosos projetos de construção de rodovias, ferrovias, gasodutos e oleodutos hoje representa a incontestável conexão entre a infraestrutura chinesa e as repúblicas da Ásia Central. Estima-se que, entre 2013 e 2020, a quantidade total de investimentos chineses no Cazaquistão no âmbito da BRI foi de US$18,69 bilhões destinados ao setor de energia, transporte e mineração. Enquanto as empresas chinesas representam atualmente um terço do total de investimentos estrangeiros no Quirguistão, e participam a níveis superiores a 50% na dívida externa do Tadjiquistão. Os números são também expressivos no Uzbequistão, onde o IDE chinês foi de US$3,9 bilhões nos últimos três anos e tende a duplicar até 2025 (Gerstl; Wallenböck, 2020).

Ainda que de maneira mais tímida, o Turcomenistão também integra a estratégia de Pequim por meio do gasoduto Ásia Central – o qual conecta os campos Bagtyyarlyk e Iolotan ao coração da China, via Uzbequistão – e do Corredor Norte-Sul – que liga Rússia, Cazaquistão, Turcomenistão e Irã –, além da ferrovia Lapis Lazuli, que visa integrar o Afeganistão de volta ao comércio global por ligações com Azerbaijão, Geórgia e Turquia. A linha férrea também está prevista para conectar o Estado turcomeno ao Uzbequistão no Norte, ao Paquistão no Sul e a portos como Gwadar, no Golfo Pérsico (Gerstl; Wallenböck, 2020).

No entanto, se tratando de uma região com tamanha importância política, são inúmeros os desafios para o futuro da Ásia Central e seus projetos de integração. Diante dos últimos acontecimentos no Cazaquistão (2022) e do histórico deixado pelas Revoluções Coloridas desde a década de 2000, uma desestabilização efetiva no Quirguistão, por exemplo, poderia preparar terreno para a radicalização da rivalidade Sul no país, região de fronteira com o Tadjiquistão, e para a difusão de combatentes jihadistas visando o Uzbequistão e Xinjiang, na China[7]. Caso fosse o epicentro de uma revolta, o Estado turcomeno – que se encontra no centro dos interesses energéticos da China, de segurança imediata do Irã e de profundidade estratégica da Rússia – também poderia fragilizar a integração eurasiana, principalmente porque sua neutralidade internacional impediria o fornecimento de assistência militar multilateral no âmbito da CSTO ou da OCX[8]. Outro cenário provável, seria um distúrbio generalizado no Uzbequistão, mais especificamente na região autônoma do Karakalpakstão, o que poderia não somente irradiar a instabilidade para toda Ásia Central, por conta de sua localização, como também ressuscitar células do Movimento Islâmico do Uzbequistão (IMU)[9], que durante a “Guerra ao Terror” dos EUA no Afeganistão estiveram escondidas no Paquistão.

Com isso, nota-se que a Ásia Central enquanto região, mas também levando em consideração seus atores estatais e suas agendas externas independentes, passou a ser uma peça importante na estruturação dos cenários estratégicos internacionais. Seja pelo viés econômico, no âmbito dos recursos naturais que possui e em seu potencial de escoamento, ou pelas considerações político-securitárias, as quais envolvem o radicalismo de alguns grupos que agem na região e sua posição “pivotante”, conforme já defendido pelo geoestrategista britânico Halford Mackinder, em 1919 (MELLO, 1999). Nesse sentido, mesmo que as repúblicas centro-asiáticas sejam, comumente, caracterizadas pelo autoritarismo e apresentem similaridades ao ponto de serem analisadas em conjunto, os cinco Estados têm percorrido caminhos autônomos e alternativos entre si, bem como na perseguição de seus objetivos de desenvolvimento político e econômico, oscilando entre aliança e rivalidade. Dessa forma, se faz extremamente importante ressaltar o papel destes países para o resto do mundo, considerando o seu peso geopolítico e suas particularidades no cenário da integração eurasiana atual.

[1] Não por acaso, a famosa Rota da Seda tinha o espaço hoje formado pelos países centro-asiáticos como um de seus trechos de maior proeminência.

[2] Outro assunto de extrema importância para os países da Ásia Central é a gestão das águas na região e a consequente exploração de seu potencial hídrico, concentrado principalmente no Quirguistão e no Tadjiquistão. O compartilhamento de fluxos de água pelas repúblicas implica uma gestão compartilhada dos recursos, limitando assim o impacto que obras de irrigação e hidrelétricas poderiam ter sobre os países que repousam no baixo curso dos rios.

[3] Apesar dessa condição, o Turcomenistão mantém relações comerciais significativas com os EUA, Rússia, Irã e um crescente comércio transfronteiriço com o Afeganistão. Nesse sentido, o governo turcomeno parece aproveitar-se dos interesses – muitas vezes – conflitantes desses atores como meio de extrair concessões, especialmente em questões de energia.

[4] No que diz respeito ao petróleo e ao gás passíveis de exploração na Ásia Central, o estabelecimento de acordos multilaterais e bilaterais deram origem a uma rede de gasodutos e oleodutos ligando a região ao Ocidente e Oriente, seja através da Rússia – continuidade das tradicionais rotas de transporte – ou de novos caminhos e parceiros. Muitos projetos ainda estão em discussão e disputam o apoio dos governos regionais. Nesse sentido, ainda resta definir o futuro de projetos ambiciosos como, por exemplo, o Nabucco, o South Stream (ambos paralisados atualmente) e o TAPI (Turcomenistão-Afeganistão-Paquistão-Índia, hoje sendo implementado pelo Banco Asiático de Desenvolvimento), além daqueles ligados à Belt and Road Initiative (BRI), lançada no Cazaquistão em 2013 pelo presidente da China, Xi Jinping (Cornell & Starr, 2018).

[5] Em 2009, diante de pedidos para o fechamento da base por parte do governo do Quirguistão, os Estados Unidos concordaram em aumentar os repasses de investimento e em reformar o aeroporto de Manas para permanecerem na localidade. No entanto, a chegada de um novo presidente, Almazbek Atambayev, em novembro de 2011, reviu as reivindicações e declarou sua intenção de fechar definitivamente a base em 2014, ano em que terminaria a licença concedida aos estadunidenses (Schwirtz, 2011).

[6] Fazem parte da OCX: China, Rússia, Cazaquistão, Quirguistão, Tadjiquistão e Uzbequistão. No início da década de 2010, considerados todos os seus membros, a organização ocupava uma área de 30.183,554 km, na qual viviam em torno de 1.532.323.523 de pessoas; e possuía um PIB somado de US$12,51 trilhões. Para fins de comparação, a União Europeia possui área de 4.324.782 km, para uma população de 502.489.143 de pessoas, e PIB de US$14,82 trilhões (Visentini, 2011).

[7] Ver mais em: KORYBKO, A. “The Coming Color Revolution Chaos And ‘Media Crimea’ In Kyrgyzstan” (2014), In KORYBKO, A. Hybrid Wars: the indirect adaptive approach to regime change. Moscow: Peoples’ Friendship University of Russia, 2015.

[8] Ver mais em: KORYBKO, Andrew. “Turkmenistan As The Three-For-One Staging Ground For Eurasian Destabilization” (2014) In KORYBKO, A. Hybrid Wars: the indirect adaptive approach to regime change. Moscow: Peoples’ Friendship University of Russia, 2015.

[9] No Afeganistão, o grupo que buscava estabelecer um califado islâmico no Uzbequistão, recebeu apoio do regime Talibã, da Interservices Intelligence Agency do Paquistão e da al-Qaeda de Osama bin Laden, além de orquestrar inúmeros atos de terrorismo no Estado uzbeque entre os anos de 1998 e 2009, utilizando suas instalações no Quirguistão (Cornell & Zenn, 2018).

 

*Guilherme Geremias da Conceição é mestrando no Programa de Pós-graduação em Relações Internacionais San Tiago Dantas (UNESP, UNICAMP e PUC-SP) e bacharel em Relações Internacionais pela Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS). Possui interesses em temas de pesquisa como construção de Estado na URSS; política externa Uzbeque; integração regional na Ásia Central e espaço pós-soviético. Pesquisador e membro-fundador do CIRE (Centro de Investigação em Rússia, Eurásia e Espaço Pós-Soviético).

Imagem: “Monumento Lenin”. Istaravshan, Tadjiquistão (1965). Por: Stefano Perego

 

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Não há segurança, tampouco humanitarismo, na Faixa de Gaza

Isabela Agostinelli*

 

Em 30 de janeiro de 2024, diversos veículos de comunicação, nacionais e internacionais, divulgaram a notícia de que, em Gaza, crianças estavam comendo grama, ração de animais e bebendo água poluída para tentar sobreviver. Em meio aos constantes bombardeios israelenses à Faixa de Gaza desde o fatídico 7 de outubro de 2023, a situação humanitária da região, que antes já era extremamente precária, atingiu níveis sem precedentes.

Este ensaio propõe uma avaliação e reflexão crítica da situação humanitária de Gaza, com vistas a elucidar de que forma os argumentos ditos humanitaristas de Israel, antes mesmo do 07/10, são, em essência, medidas de controle populacional que visam à eliminação gradual da população nativa, ao impedir o desenvolvimento da vida em Gaza.

O argumento central é de que, embora tenha atingido níveis sem precedentes na história da Questão Palestina, a atual situação humanitária em Gaza não é uma crise ou algo conjuntural, mas uma política deliberada e sistemática de privação da vida e produção da morte de uma determinada população, com base em argumentos de segurança nacional e contraterrorismo.

A situação humanitária em Gaza

Os dados mais recentes – de 15 de fevereiro de 2024 – apontam que, desde o 7/10, mais de 28,5 mil palestinos de Gaza foram mortos pelas ações israelenses, incluindo 12 mil crianças; mais de 67 mil feridos; 7 mil desaparecidos; 85% dos 2,3 milhões de habitantes foram forçadamente deslocados; cerca de 360 casos de doenças infecciosas foram identificados; 122 jornalistas e 101 trabalhadores humanitários das Nações Unidas foram mortos; entre tantos outros dados alarmantes.

Em termos de infraestrutura e recursos, aspectos-chave da dominação israelense em Gaza após o “desengajamento” de 2005[1], os números não são menos surpreendentes: mais de 360 mil unidades residenciais (60% do total), 392 unidades educacionais e 297 instalações religiosas foram destruídas ou danificadas; apenas 11 dos 35 hospitais estão funcionando parcialmente; 123 ambulâncias foram atacadas; houve casos recorrentes de cortes nas redes de telecomunicação (telefone e internet); há cortes no fornecimento de energia elétrica e o impedimento na entrada de combustível; o acesso à água é de menos de 1,5 litro por dia, por pessoa, enquanto o mínimo recomendado pela Organização Mundial da Saúde (OMS) para a sobrevivência é de 3 litros por dia.

Restam poucas dúvidas de que se trata de um cenário de terra arrasada. Para além das mortes diretamente causadas pelos bombardeios, a destruição da infraestrutura e a restrição da entrada de alimentos, água e medicamentos reduzem drasticamente a possibilidade de sobrevivência em Gaza.

De-desenvolvimento e dependência: a assistência humanitária em Gaza

A sobrevivência em Gaza é, há décadas, limitada. Muito antes do 7/10, a vida em Gaza mais se assemelhava a uma morte lenta. A ajuda humanitária, por sua vez, também já enfrentava diversos limites. Aliás, desde a criação do Estado de Israel em 1948, a população palestina de Gaza se tornou altamente dependente da ajuda humanitária internacional.

Na ocasião da Nakba (1948), dos 700 mil palestinos expulsos de suas terras, 200 mil se refugiaram na região de Gaza, que na época contava com cerca de 80 mil habitantes. Desde então, o território que conhecemos como Faixa de Gaza – delimitado pelas fronteiras do Acordo de Armistício de 1949 – é majoritariamente composto por refugiados palestinos (Filiu, 2014).

De 1948 até 1967, quando se deu início à ocupação militar israelense dos territórios palestinos, Gaza ficou sob administração egípcia, em uma espécie de regime de tutela. Esse momento ficou marcado por um “duplo governo”: de um lado, as autoridades egípcias, que controlavam as fronteiras e organizavam a segurança pública por meio do policiamento; de outro, as organizações internacionais de assistência humanitária, que ofereciam serviços públicos como educação e saúde para os refugiados. Isto porque, quando passou a ser composta em dois terços por refugiados, Gaza começou a necessitar de ajuda em diversos setores da sociedade. As agências internacionais de ajuda humanitária, nesse cenário, se tornaram as principais fontes de assistência para a população de Gaza (Feldman, 2007; 2008).

A mais importante dessas organizações é a Agência das Nações Unidas de Assistência aos Refugiados da Palestina no Próximo Oriente (UNRWA), criada em 1950 para oferecer serviços aos refugiados palestinos nos diversos campos instaurados, inclusive aqueles sediados na Faixa de Gaza, até que uma solução política para o problema do refúgio e o direito de retorno fosse alcançada. Como essa solução nunca se materializou na realidade, a UNRWA continua em atividade. Os serviços prestados incluem, por exemplo, fornecimento de alimentos básicos (como farinha e cereais), serviços educacionais e instalações de saúde.

Importante notar que, antes mesmo do 07/10, 80% dos habitantes de Gaza dependiam da assistência humanitária internacional e dois terços viviam em situação de pobreza. Pode-se dizer que essa dependência crônica dos habitantes de Gaza em relação à ajuda humanitária internacional não é um efeito colateral da ocupação israelense, mas uma política que dá sustento a ela.

Desde 1967, Israel passou a implementar nos Territórios Palestinos Ocupados (TPO) o chamado de-desenvolvimento, conceito elaborado pela economista Sara Roy (1987, p. 33, tradução nossa) e que significa “o desmembramento deliberado, sistemático e progressivo de uma economia nativa por uma [economia] dominante, onde o potencial econômico – e por extensão, social – não é apenas distorcido, mas negado”. Em outras palavras, trata-se de uma política que mina qualquer possibilidade de desenvolvimento social e econômico de uma sociedade, colocando-a em um elo de dependência crônica em relação à economia do poder ocupante.

No caso de Gaza, o de-desenvolvimento e a dependência da ajuda humanitária internacional atingiram proporções catastróficas a partir de 2007, quando se deu início ao bloqueio israelense da Faixa de Gaza.

Segurança x Humanitarismo

É comum encontrar análises sobre a situação humanitária da Faixa de Gaza que adotam o ano de 2007 como o ponto de partida da catastrofização da vida na região. De fato, o bloqueio instaurado há mais de 16 anos por Israel e Egito transformou Gaza em uma prisão a céu aberto. Desde então, o nexo segurança-humanitarismo vem sendo mobilizado de forma recorrente pelas autoridades israelenses para justificar uma série de medidas de controle populacional que transformam o cotidiano em uma espécie de morte lenta aos palestinos de Gaza (Winter, 2016).

Uma dimensão importante do funcionamento do bloqueio israelense é a justificativa de que ele estaria sendo feito para combater o terrorismo do Hamas. Porém, ao classificar a Faixa de Gaza como uma entidade hostil, Israel acabou equalizando a população ao Hamas e, dessa forma, conduzindo uma punição coletiva. Com isso, a grande maioria que sofre com essas atrocidades é a população civil, e não os “terroristas” que o Estado de Israel promete eliminar a todo custo.

Após o 07/10, as diversas medidas impostas pelas forças israelenses – forte restrição na mobilidade e cortes na eletricidade e comunicação -, somadas aos bombardeios, fizeram com que o Israel fosse acusado de praticar crimes de guerra e até mesmo genocídio, conforme argumentado pela África do Sul na Corte Internacional de Justiça (CIJ), em janeiro de 2024. Já organizações de direitos humanos, como a Human Rights Watch e a israelense B’Tselem, apontaram que a fome em Gaza está sendo usada como arma de guerra pelos israelenses. Em novembro de 2023, cerca de 93% da população da Faixa de Gaza estava sofrendo de insegurança alimentar aguda.

No dia 14 de dezembro de 2023, as autoridades israelenses afirmaram estar realizando “esforços significativos para aliviar a situação humanitária em Gaza”, entre eles: fortalecer os serviços médicos; facilitar o estabelecimento de hospitais de campo em Gaza; facilitar a entrada de água e o concerto de instalações destruídas durante as hostilidades; empregar pausas humanitárias regulares; designar uma zona humanitária ao sul de Gaza; entre outras.

Apesar das promessas de alívio anunciadas pelas autoridades israelenses, críticas contundentes foram levantadas por jornalistas, analistas internacionais e trabalhadores de organizações humanitárias em relação às ações efetivas e à continuidade dos problemas humanitários em Gaza.

Isto porque estas mesmas autoridades são as responsáveis pela destruição de dezenas de hospitais e por restringir a entrada de alimento e medicamento para os feridos da guerra. Além disso, em 19 de fevereiro de 2024, soldados israelenses atiraram em palestinos que estavam se aproximando dos caminhões que levavam comida para a região, cuja população, como já mencionado, está sofrendo diariamente com a falta de alimentos e água.

Logo, é imprescindível questionar que tipo de humanitarismo é anunciado por Israel e respaldado pela comunidade internacional. Esta mesma “comunidade internacional” (liderada por EUA e União Europeia), que se diz preocupada com os direitos humanos, cortou as doações à UNRWA após acusações sem evidências comprovadas, por parte de Israel, de que a organização teria funcionários ligados ao Hamas. Ironicamente, quando Israel foi levado à CIJ por acusação de genocídio, nenhum ator desta comunidade internacional suspendeu suas relações comerciais com o país.

Enquanto isso, a Faixa de Gaza vai se tornando paulatinamente uma terra arrasada. Como argumenta Lisa Hajjar, Gaza passou de uma prisão a céu aberto para uma cena de crime. O nível de destruição é tamanho que a Faixa de Gaza se tornará inabitável por diversas gerações futuras. Israel tem inundado os túneis com esgoto, destruído as áreas de agricultura e utilizado fósforo branco. Além de atingir a população local, essas medidas afetam o solo, a vida vegetal e os animais da região, no que seria uma destruição do próprio ecossistema de Gaza.

Até o momento, ao contrário do que foi prometido, Israel não atingiu nenhum de seus objetivos de segurança: destruir o Hamas e resgatar todos os reféns israelenses sequestrados pelo grupo no 7/10. Portanto, qualquer justificativa humanista anunciada pelo Estado de Israel e seus aliados deve ser analisada com cautela. Afinal, não há segurança, tampouco humanitarismo na Faixa de Gaza.

 

[1] Em agosto de 2005, o Estado de Israel retirou todos os assentamentos israelenses da Faixa de Gaza, argumentando que não mais ocupava aquela região e que Gaza seria “autônoma”. Ao mesmo tempo, Israel continuou controlando as fronteiras terrestres, o espaço aéreo e o espaço marítimo. Portanto, pode-se dizer que Israel não se desengajou realmente de Gaza, mas sim reorientou as suas formas de controle, agora feito à distância. Descrevo e analiso em detalhes essas formas de controle em minha tese de doutorado “Morte e vida palestina: a reorientação tática do colonialismo israelense na Faixa de Gaza” (2023), disponível em: https://repositorio.unesp.br/server/api/core/bitstreams/1f80edc2-7cdf-437c-8b89-60361d5577f0/content.

 

*Isabela Agostinelli é pesquisadora de pós-doutorado no Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia para Estudos sobre os Estados Unidos (INCT-INEU). Doutora em Relações Internacionais pelo Programa de Pós-Graduação “San Tiago Dantas” (Unesp, Unicamp, PUC-SP). Pesquisadora do Grupo de Estudos sobre Conflitos Internacionais (GECI) da PUC-SP. Especialista em estudos sobre Palestina/Israel, com foco na Faixa de Gaza. Seus interesses de pesquisa incluem estudos sobre colonialismo e pós-colonialismo, violência e conflitos na sociedade internacional contemporânea, segurança internacional e estudos sobre Oriente Médio.

Imagem: February 3, 2024, UNRWA-run Sheikh Radwan Clinic, destroyed during Israeli bombardment on Gaza City. Por: The New Arab/Getty.

 

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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FILIU, Jean-Pierre. Gaza: A History. Oxford University Press, 2014.

ROY, Sara. The Gaza Strip: A case of economic de-development. Journal of Palestine Studies, v. 17, n. 1, p. 56-88, 1987.

SANTOS, Isabela Agostinelli dos. Morte e vida palestina: a reorientação tática do colonialismo israelense na Faixa de Gaza. Tese (Doutorado em Relações Internacionais) – UNESP/UNICAMP/PUC-SP, Programa de Pós-Graduação em Relações Internacionais San Tiago Dantas, 2023.

WINTER, Yves. The siege of Gaza: Spatial violence, humanitarian strategies, and the biopolitics of punishment. Constellations, v. 23, n. 2, p. 308-319, 2016.